Granaderos Voluntarios de
Infantería de Buenos Ayres, De Fernando VII o Provinciales.
Algunos Granaderos Voluntarios de Infantería ilustres...Antonio
Melián
El Ejército de
los Andes acababa de cruzar la cordillera y se aprestaba a
combatir contra las huestes realistas. En aquellos días de
febrero de 1817, mientras el glorioso Regimiento de
Granaderos ajustaba su formidable engranaje guerrero, uno de
los comandantes de escuadrón, el mayor José Antonio Melián,
que presumía de buen jinete, montó repetidamente ante sus
oficiales y soldados "a la criolla", cruzando los estribos y
enancándose de un salto sobre su caballo. Quizá la costumbre
se remontaba a los días en que, luego de actuar en el
Regimiento de Granaderos de Infantería de Terrada, debió
luchar en Entre Ríos contra los capitanes artiguistas
Otorgués y Basualdo.
Ese hábito, muy del gusto de los paisanos, no encontró buen
eco en las disciplinadas filas de José de San Martín.
Mientras éste se hallaba dedicado a inspeccionar sus tropas,
advirtió la actitud de Melián. Entre disgustado y sonriente,
exclamó: "¡Igualito que los indios!", y ordenó a uno de sus
ayudantes que llamara al oficial porteño a su presencia.
Eran amigos, lo que no le impidió increparlo severamente:
"¡Cómo es eso, mayor Melián! ¿Así cumple los reglamentos de
su arma un oficial argentino?". Contestó el reprendido que
lo excusara, pero que no podía responderle pues estaba
ocupado en una comisión urgente. Sin variar su tono de voz,
San Martín agregó: "Cuando regrese de su comisión cumplirá
quince días de arresto". Pero el 17 del referido mes se
produjo la acción de Chacabuco, y Melián debió ponerse al
frente de sus granaderos. Se batió heroicamente. Y así lo
expresó el Libertador en su parte de batalla, al señalar
cómo los escuadrones a las órdenes de aquél y del comandante
Medina habían roto el ala derecha del ejército realista,
contribuyendo al triunfo de las armas patriotas. Tan
brillante desempeño no implicó el inmediato levantamiento de
la medida disciplinaria. Llevaba trece días cuando penetró
en su carpa el propio general en jefe. "Vengo, señor oficial
le dijo San Martín a levantar personalmente el arresto en
obsequio a su bravura, y como recuerdo ofrezco a usted estos
estribos de plata que yo mismo usé en Bailén. Sírvase de
ellos en mi obsequio y verá que para cercenar cabezas godas,
nada es mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre
los estribos".
Es de creer que Melián cuidó cumplir el consejo de su
superior y amigo, por quien sentía profunda admiración. En
efecto, en sus "recuerdos", publicados poco después de su
muerte, manifestó en forma inequívoca su respeto personal y
profesional hacia quien había formado uno de los cuerpos
militares más brillantes de América del Sur y el que mayor
número de generales, jefes y oficiales había dado a los
ejércitos de la emancipación. [...]
Después de la batalla de Chacabuco, Melián hizo la campaña
del sur de Chile, se halló en la aciaga acción de Cancha
Rayada y participó en la jornada decisiva de Maipú, donde el
5 de abril de 1818, al frente de sus granaderos, cargó
contra la infantería y la caballería adversarias,
infligiéndoles grandes bajas. Como premio recibió, además de
las condecoraciones dispuestas para honrar el valor de los
integrantes del Ejército Unido, los despachos de coronel
graduado. Contaba 34 años cuando, ese mismo año, pidió la
baja para quedarse en Chile, donde formó su hogar y vivió
más de tres décadas.
El granadero había nacido el 19 de marzo de 1784 en el hogar
de Antonio Melián y Josefa Correa y Lascano. En la primera
invasión inglesa tuvo su bautismo de fuego, y en la segunda,
como oficial de los Húsares de Pueyrredón, se destacó en la
toma de la Plaza de Toros. Liniers lo ascendió a capitán a
los 22 años. Apenas ocurrida la Revolución de Mayo, se
incorporó a las fuerzas de Belgrano y combatió en el
Paraguay, para luego pasar al ejército sitiador de
Montevideo y finalmente hacerse cargo del cuarto escuadrón
de Granaderos a Caballo, a propuesta de San Martín.
Volvió a Buenos Aires, luego de tan prolongada ausencia,
para vivir con extrema modestia hasta su muerte, ocurrida el
1º de diciembre de 1857. Alcanzó a escribir breves recuerdos
militares que vieron la luz gracias al interés del poeta
Carlos Guido y Spano, hijo del general Tomás Guido, amigo y
compañero de armas de Melián. En carta prólogo a Nicolás
Antonio Calvo, expresó el ilustre bardo argentino: "Era una
honrosa muestra de los patriotas de entonces. Si usted le
hubiera conocido, de seguro le habría estimado como cuantos
le trataron de cerca. Era un buen viejo, alegre, jovial, de
carácter liberal y franco, entendido en lances de honor,
gran jinete, gran batallador allá en su mocedad, de cáscara
amarga como militar, endurecida su recia complexión en las
fatigas de la guerra, pero blando en el trato y consecuente
en la amistad". Y agrega, al referirse a sus últimos
momentos, que al notar que un compañero de armas que lo
visitaba se rendía a la emoción, le dijo con un hilo de voz:
"¡Adiós, estoy de viaje!". Probablemente, al cerrar los ojos
recordó la mirada de fuego de San Martín y aquel reproche
por haber montado "como un gaucho", que lejos de abrir una
brecha en tan fraterna amistad, la fortaleció en aras del
respeto y la gratitud.
Extraído de La
Nación - Adelanto del libro
"La
patria, los hombres y el coraje"
Miguel Angel de Marco. |